Muy temprano, mientras muchos aún dorminmos o apenas abren sus celularea para saber qué pasó en el mundo, alguien que ya está haciendo historia sin buscar aplausos, ni likes. En los canales mágicos de Xochimilco, donde la Ciudad de México aún guarda un pedazo de su alma ancestral, navega en solitario un kayak con una misión inesperada: rescatar del olvido —y de la basura— un patrimonio vivo.

El protagonista de esta historia No es un influencer, ni un político, ni un activista con micrófono. Es Omar Menchaca, un ingeniero de minas jubilado que cambió los metales por el agua, las oficinas por las chinampas, y que ahora rema cada mañana con un propósito claro: limpiar.

Pero esto no es solo recoger botellas flotantes o bolsas atrapadas entre lirios. Es remar contra corriente, literalmente. Porque mientras las trajineras bailan entre cumbias, risas y tacos, muchas veces dejan tras de sí un rastro de descuido. Y ahí está Omar, sin reflectores, devolviendo dignidad a un ecosistema que todavía respira entre trajineras y selfies.

Tiene 66 años, y su kayak parece una extensión de su cuerpo. Su ritmo es constante, como quien ya entendió que cambiar el mundo no es un sprint, sino una carrera de fondo. Es atleta, guía, contador de historias prehispánicas y maestro accidental de niños que, al verlo, también quieren limpiar.

Lo que hace es simple, pero inmenso. Recolecta residuos mientras otros los ignoran. Navega por senderos de agua que él quiere conservar puros. Y lo hace todos los días, sin pedir nada a cambio. Su kayak, muchas veces, regresa tan lleno de basura que parece que transporta los pecados ajenos.

¿Quién limpia después de la fiesta? ¿Quién cuida lo que no todos ven? Omar no predica con discursos, sino con hechos.

Xochimilco no solo es un lugar bonito para pasear. Es un espejo de lo que fuimos y de lo que podríamos perder si no empezamos a remar todos juntos y hacer con amor este trabajo tan simple de amor como cuidarlo y protegerlo.

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