Determinación. Esa es la palabra que describirá eternamente a Elena, la mujer que no sólo amó a los equinos, sino que los convirtió en causa, ejemplo, decisión y lucha.
Su amor por los caballos inició cuando era una bebe , sin embargo, ese sentimiento creció junto con ella. A lo largo de su historia, adoptó poco más de 350 caballos, decenas de burros y becerros quienes lo único que habían conocido, era la inmundicia del ser humano. Elena se encargó entonces de mostrarles la otra cara, la que sólo los que aman profundamente a los animales, logra sacar a relucir. En retorno fue amada por toda su manada.
Su causa estuvo a punto de claudicar durante la pandemia del Covid-19 pues con el encierro y el miedo colectivo, los donativos y su trabajo disminuyeron a tal grado, que tuvo que tomar decisiones; O tiraba la toalla y se despedía de sus mejores amigos, o abría un Only Fans para generar dinero… Hizo lo segundo.
Con esa belleza inconmensurable, valentía frente al que dirán y autenticidad en cada una de sus acciones, se convirtió en la modelo de dicha plataforma más famosa de todo México. Cada centavo que recaudó, lo utilizó íntegramente en la recuperación, mantenimiento, alimentación, veterinario y cuidado de sus cuacos.
En poco tiempo, se convirtió en lo que debería significar “influencer”. Usaba sus redes sociales para dar a conocer sus casos, recuperó a caballos en estado de salud deplorable, se peleó con todos aquellos que le pareciera estaban cometiendo una injusticia, llegó hasta las cortes mexicanas y gracias a ella, la zoofilia es hoy, en Puebla, un delito que se paga con cárcel.
Pero no sólo eso. En un México machista, dejó atrás el sello que podría haberla perseguido como “La modelo de Only” para convertirse en la activista más destacada en la nación que le vio nacer, en contra de la violencia y la crueldad animal.
Su historia en la tierra duró apenas 30 años. No necesitó más para ganarse el respeto, la admiración y el cariño de cientos de miles de personas. Nos toca imaginar que habría pasado, si su recorrido en este plano hubiera dado para un poco, sólo un poquito más.
Su legado se llama Cuacolandia y ahí, su Rompope, su Igor, su Mila, se quedarán extrañándola para siempre. La única manera de recordarla, ojalá sea, manteniendo vivo, funcional y abierto ese espacio que no sólo soñó, sino que tuvo el coraje de hacer realidad.
Elena es fue y será, la muestra inequívoca de que un mundo sin violencia contra los animales, siempre será posible y, aunque desde ya, su ausencia se siente en este planeta, ella se fue cumpliendo su palabra. Logró dejar un mundo, mejor del que encontró.
¡Hasta siempre Elena Larrea!
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