Enclavado en la provincia de Overijssel, a 120 kilómetros de Ámsterdam, Giethoorn se erige como un tesoro holandés que desafía la norma: un pueblo sin carreteras, ni automóviles.
Este rincón pintoresco, conocido como “la Venecia del norte,” se distingue por sus canales que se extienden a lo largo de casi 90 kilómetros, donde las embarcaciones eléctricas y bicicletas son los protagonistas del transporte diario.
Con 176 puentes que cruzan sus canales y un paisaje de cuento de hadas, Giethoorn atrae a visitantes en busca de serenidad, encanto y sustentabilidad. El sonido de motores queda en el olvido, reemplazado por el canto de pájaros y el suave graznido de los cisnes que comparten el entorno acuático con los habitantes del pueblo.
El acceso a Giethoorn puede ser variado: una travesía en coche, tren y autobús desde Ámsterdam, un tour privado, un paseo compartido o incluso una experiencia en bicicleta. Sin importar el medio de transporte elegido, al llegar, los visitantes se sumergen en un mundo donde el agua es la principal vía de comunicación.
La historia de Giethoorn se entrelaza con cuernos de cabra, revelando sus orígenes en el siglo XIII. Se cuenta que los primeros pobladores, forasteros y fugitivos del norte de Italia, descubrieron numerosos cuernos y calaveras de cabras en el barro, probablemente resultado de las inundaciones de 1170. De este hallazgo surgió el nombre del pueblo: Giethoorn, antes conocido como ‘goat horn’ (cuerno de cabra).
Explorar Giethoorn en barca se vuelve imperativo, y por 20 euros, es posible alquilar un “whisper boat” eléctrico, garantizando un paseo tranquilo. La destreza en el timón se convierte en esencial para navegar por los canales y evitar los pocos “atasques” que puedan surgir. Durante el día, Giethoorn revela su belleza natural, pero es al caer la noche, cuando los faroles se encienden, que el pueblo se envuelve en un encanto mágico.