Vivir más de 100 años parece una hazaña extraordinaria, pero en Japón se ha convertido en parte de la realidad cotidiana. Con 95.000 centenarios en su población, el país ha alcanzado un hito impresionante en longevidad. Lo más llamativo es que casi el 90% de estas personas son mujeres. Más que una coincidencia, es el resultado de décadas de cambios en la alimentación, el estilo de vida y la atención médica.

Este fenómeno ha posicionado a Japón como el líder mundial en envejecimiento saludable. Con más de 36 millones de personas mayores de 65 años, el país ha demostrado que una vida larga y activa es posible. 

Tomiko Itooka, con 116 años, es la persona viva más longeva del mundo. También está Kiyotoka Mizuno, de 110 años, el hombre más anciano del planeta, quien mantiene sus rutinas diarias con una tranquilidad envidiable. La cultura japonesa fomenta la disciplina y el equilibrio, valores que han acompañado a estos centenarios a lo largo de sus vidas.

Pero no todo es motivo de celebración. Mientras el número de centenarios sigue en aumento, la tasa de natalidad continúa disminuyendo. Japón enfrenta un desafío sin precedentes para mantener su sistema de salud y pensiones con una población activa cada vez más reducida. En respuesta, el gobierno ha decidido extender la edad de jubilación y buscar nuevas estrategias para garantizar la sostenibilidad económica del país.

Más allá de las cifras, la longevidad en Japón refleja un estilo de vida marcado por la alimentación equilibrada, la actividad constante y el fuerte sentido de comunidad. Este modelo de vida ha permitido que tantas personas alcancen edades que antes parecían imposibles. La historia de Japón demuestra que la longevidad no es solo cuestión de genética, sino también de hábitos y cultura.

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