¿Te ha pasado que comes como si no hubiera un mañana, te prometes que no puedes ni un bocado más… y cuando llega el postre, mágicamente te cabe? No estás loco. Bueno, la explicación ha llegado y no tenemos dos estómagos. Bueno, sí… pero el segundo no está en la barriga, sino en nuestro ¡cerebro!

Un grupo de investigadores del Instituto Max Planck descubrió lo que muchos sospechaban desde la infancia: hay algo muy especial en los postres. Y no, no es solo el sabor ni la presentación, sino cómo el cerebro reacciona a ellos, incluso cuando ya estás al tope de comida.

Todo comienza con unas neuronas llamadas POMC, que viven en el hipotálamo (una región clave del cerebro). Estas neuronas son como el sensor de “estás lleno, deja de comer”. Liberan señales que apagan el apetito… pero solo hasta que aparece algo dulce. Porque cuando el azúcar entra en escena, estas mismas neuronas hacen algo curioso: activan la producción de β-endorfina, un compuesto relacionado con el placer que le dice al cerebro “¡Olvídalo, necesitamos ese postre!”.

Y no eres solo tú. En este estudio, incluso los ratones —que no tienen idea de lo que es una tarta de limón— dejaron de lado su comida alta en grasa y proteína para ir directo a un dulce. Aunque ya estaban saciados, su cerebro desbloqueó ese espacio mágico solo para lo dulce.

¿La razón? Evolución. Hace miles de años, encontrar azúcar era raro y valioso, así que nuestros cerebros se adaptaron para aprovecharlo cada vez que podían. El problema es que hoy el azúcar está en todas partes, y ese viejo instinto puede jugar en contra.

La buena noticia es que entender este “truco cerebral” podría ayudar a tratar problemas como la obesidad. En los experimentos, al bloquear esa producción de endorfinas, los ratones simplemente perdían el interés por el dulce.

En resumen: sí, el estómago del postre si existe… pero no está bajo tus costillas. Está entre tus orejas, y es más emocional que físico. ¿Increíble? Mucho. ¿Peligroso? sólo debemos tener más conciencia, digamos que echarle cabeza.

Así que la próxima vez que digas “¡no puedo más!… bueno, tal vez un brownie”, ya sabes a quién culpar: a tu dulce, dulce cerebro.

En una iniciativa histórica, los Everglades de Florida están siendo testigos de lo que se ha denominado “el proyecto de restauración ambiental más grande en la historia de la humanidad”. Este monumental esfuerzo busca revertir décadas de daño ambiental causado por la desconexión del lago Okeechobee del ecosistema de los Everglades, una intervención que afectó gravemente la calidad y cantidad del agua en la región.

El plan, con un presupuesto colosal de 20 mil millones de dólares, comprende más de 60 proyectos de infraestructura diseñados para restaurar el flujo natural del agua. Este ambicioso programa es comparable a una serie de “cirugías de bypass cardíaco” aplicadas a la vasta red de humedales, y solo el presupuesto del año fiscal 2024 de Florida incluyó una asignación de 740 millones de dólares para estos esfuerzos vitales.

Históricamente, el lago Okeechobee alimentaba gradualmente el extenso “río de pasto” de 300 millas de ancho que constituyen los Everglades. Sin embargo, el proyecto Drain the Everglades desconectó esta crucial fuente de agua, provocando una cascada de problemas ambientales. La pérdida de esta conexión ha llevado a la extinción de pastos marinos, el agravamiento de la marea roja, incendios forestales y la proliferación de algas verdiazules.

Reconectar el “corazón que late” del ecosistema, o el lago, con las millones de hectáreas que su agua refresca es el objetivo central de este esfuerzo de restauración moderno. El primer gran paso ha sido la construcción de un enorme embalse al sur del lago, que ya está parcialmente completado. El siguiente paso crucial será levantar la carretera Tamiami, un desvío de este a oeste que actualmente obstruye un importante flujo de agua hacia el sur de los Everglades.

Las plantaciones de azúcar de Florida representan un desafío significativo para los trabajos de restauración. El escurrimiento de los campos agrícolas contamina los Everglades, pero el estado ha respondido con la construcción del humedal artificial más grande del mundo, de 63.000 hectáreas, diseñado para capturar este escurrimiento. Este ingenioso proyecto ha sido financiado en parte por un impuesto a la contaminación que grava especialmente a las grandes plantaciones de azúcar.

Se estima que el embalse estará completado en 2036, y los expertos creen que no será hasta dentro de 15 años cuando el paisaje y la gente del sur de Florida comiencen a experimentar los beneficios tangibles de estos proyectos. Sin embargo, estos son pasos incrementales necesarios en un proyecto que, aunque no busca mover el cielo, ciertamente está moviendo la tierra para devolver la vida a este ecosistema único en el mundo.

Este esfuerzo de restauración no solo es una hazaña de ingeniería y planificación ambiental sin precedentes, sino también una promesa de esperanza para el futuro de los Everglades y las comunidades que dependen de ellos. Al devolver el flujo natural del agua, se espera que los humedales vuelvan a prosperar, proporcionando hábitats esenciales para la vida silvestre y beneficios ecológicos incalculables para la región.

Los Everglades, conocidos como el “río de pasto”, son un ecosistema incomparable en tamaño y complejidad. Esta restauración es un testimonio del compromiso humano para corregir los errores del pasado y proteger el medio ambiente para las generaciones futuras.