El sarcástico escritor inglés Oscar Wilde solía afirmar que “su ironía se perdía entre los estúpidos”. Aunque en su tiempo estas palabras pudieran parecer un mero desplante de arrogancia, la ciencia moderna ha venido a darle la razón. Un estudio reciente de Insead, una prestigiosa escuela de negocios en Francia, ha revelado que el sarcasmo no solo es una muestra de ingenio, sino también un signo de una mente creativa y saludable.
La investigación, publicada en la revista Organizational Behavior and Human Decision Processes, señala que las personas que utilizan y comprenden el sarcasmo son hasta tres veces más creativas y inteligentes que aquellas que prefieren la comunicación directa y sincera. Este fenómeno se debe a que el sarcasmo obliga al cerebro a procesar pensamientos abstractos y subjetivos, una actividad que estimula la creatividad.
“Puede ser bastante desafiante”, dice Penny Pexman, psicolingüista de la Universidad de Calgary en Canadá. Ella y otros expertos han descubierto que el sarcasmo requiere que el cerebro supere numerosas dificultades para llegar a una interpretación correcta, lo que implica un nivel de capacidad intelectual superior al que se necesita para comprender declaraciones literales.
Los niños pequeños no entienden el sarcasmo, pero al llegar a la adolescencia, esta forma de comunicación se convierte en una herramienta habitual. Pexman ha demostrado que el entorno familiar juega un papel crucial en la adquisición de esta habilidad. Si los padres usan el sarcasmo, es más probable que sus hijos desarrollen la capacidad de captar y emplear la ironía de manera efectiva.
En estudios con niños, Pexman ha utilizado marionetas para ilustrar cómo los jóvenes aprenden a detectar el sarcasmo. Por ejemplo, un niño puede ver a una marioneta llamada Jane que intenta pintar una rosa pero acaba haciendo un desastre. Su amiga Anne le dice: “Eres una pintora increíble”. Los niños menores de cinco años suelen tomar esta declaración literalmente, mientras que los mayores empiezan a captar el tono irónico.
El sarcasmo no solo es una forma sofisticada de comunicación, sino también una herramienta para aumentar la creatividad. Un experimento realizado por Li Huang de Insead, junto con colegas de las universidades de Harvard y Columbia, mostró que recordar o participar en intercambios sarcásticos puede catalizar el pensamiento creativo. En un test de creatividad conocido como el “problema de la vela”, aquellos que recordaban interacciones sarcásticas tuvieron el doble de éxito en encontrar una solución innovadora.
Más allá de sus beneficios cognitivos, el sarcasmo puede servir como un mecanismo para lidiar con situaciones difíciles o sentimientos negativos. Kathrin Rothermich de la Universidad de Carolina del Este encontró que el uso del sarcasmo aumentó entre las personas deprimidas y ansiosas durante la pandemia de COVID-19, reflejando su papel en la gestión del estrés y la frustración.
“El sarcasmo puede ser una forma de desahogarse”, dice Rothermich. Además, puede añadir un matiz necesario a nuestras interacciones, suavizando críticas o añadiendo un toque juguetón a los cumplidos.
Lejos de ser una simple forma de ingenio o un comportamiento juvenil, el sarcasmo es una herramienta lingüística compleja que refleja una mente flexible e inventiva. A medida que los adolescentes dominan esta habilidad, no solo están demostrando su capacidad intelectual, sino también preparando sus cerebros para enfrentar desafíos creativos y emocionales.