A la corta edad de seis años, la vida de Lucas Jemeljanova cambió para siempre cuando los médicos le dieron un diagnóstico aterrador: glioma del tronco encefálico, un tipo de cáncer cerebral extremadamente agresivo. Las probabilidades no estaban a su favor, pero, hoy, a sus 13 años, Lucas se ha convertido en un símbolo de esperanza. Gracias a un tratamiento experimental, es el primer niño en el mundo que ha logrado curarse de esta enfermedad mortal.

Los gliomas son tumores que afectan el sistema nervioso central, y cuando se localizan en el tronco cerebral, las posibilidades de supervivencia son extremadamente bajas. Sin embargo, la historia de Lucas es diferente. A los seis años, fue diagnosticado con este tumor, y sus padres, Cedric y Olesja, no se dieron por vencidos. Tras una búsqueda incesante, decidieron llevar a su hijo a Francia, donde fue seleccionado para probar un medicamento experimental.

“Vi el tumor desaparecer”, explicó el doctor Jacques Grill, el médico encargado de su caso. “El tumor de Lucas presentaba una mutación extremadamente rara que creemos lo hizo más sensible al fármaco”, añadió. Lo que inicialmente parecía una batalla perdida, ahora es un hito en la medicina.

Lucas no solo logró sobrevivir, sino que hoy en día, su cerebro no muestra rastros del tumor. Aunque no se sabe con exactitud por qué respondió de manera tan favorable al tratamiento, los científicos creen que las particularidades biológicas de su tumor fueron clave. Otros niños del ensayo lograron vivir más tiempo, pero Lucas fue el único cuyo tumor desapareció por completo.

El caso de Lucas ha abierto una nueva puerta en la investigación del cáncer infantil. Ahora, los científicos intentan reproducir células tumorales en laboratorios para estudiar si este tratamiento podría funcionar en más pacientes. “Esto podría cambiar la vida de muchos niños en el futuro”, afirmó el doctor Grill. El camino aún es largo, pero la historia de Lucas es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay lugar para la esperanza.

Muchos que no conocen esta historia, se asombrarán y verán una luz entre la oscuridad del Holocausto. Las Buenas Noticias ahora nos dicen que fue un 16 de octubre cuando médicos italianos decidieron implementar un remedio original y peligroso ante la desconcertante toma de la capital italiana por las tropas de la Alemania nazi tras el derrocamiento de su aliado, el fascista Benito Mussolini.

Lo que puso en acción a un conjunto de médicos a lanzar el rumor de una desconocida “enfermedad mortal” que acechaba a ciertas comunidades perseguidas por los nazis que buscaban capturar, detener, deportar o  aniquilar.

Los militares tenían conocimientos de que muchos judíos se refugiaron con vecinos, en iglesias, monasterios, conventos y hasta en hospitales administrados por la Iglesia Católica.

Sacerdoti fue el autor intelectual del engaño que permitió salvar de una muerte segura a decenas de judíos, junto a otros sus colegas Giovanni Borromeo y Adriano Ossicini, quienes inventaron el “Sindrome k” una enfermedad cuyo objetivo era salvar vidas.   

¿Cómo lo hicieron?

Todo sucedió cuando llegaron a un hospital de la capital y el director del hospital, Giovanni Borromeo, un ferviente católico con buenos contactos en la Santa Sede, los recibió y ofreció a mostrarles el recinto a los uniformados. Sin antes, advertirles que allí habían personas aisladas por presentar los síntomas de una extraña y peligrosa enfermedad que apenas estaban investigando.

Borromeo le dijo a los alemanes que se trataba del “Síndrome K”, una dolencia que describió como altamente contagiosa que afectaba el sistema neurológico y acarreaba la muerte.

“Lo llamamos K por el comandante (Albert) Kesselring (responsable de la ocupación de Italia): los nazis pensaron que era cáncer o tuberculosis y huyeron como conejos”, afirmó el médico Vittorio Sacerdoti a la BBC en 2004.

¿Cómo sostener una mentira de ese tamaño?

La versión de la supuesta enfermedad letal mantuvo a raya a los nazis, no obstante los médicos no bajaron la guardia e instruyeron a los judíos sobre qué hacer en caso de que éstos volvieran.

“El doctor nos había dicho que si venían los alemanes teníamos que toser con todas nuestras fuerzas y dar la impresión de que éramos enfermos terminales”, declaró en 2019 a la televisión pública germana, Gabrielle Soninno, quien apenas tenía cuatro años cuando fue “ingresado” al hospital católico.

En mayo de 1944 las tropas nazis volvieron al hospital y lo inspeccionaron, pero al pasar por la sala donde estaban los judíos estaban aislados y escucharlos toser pasaron de largo.

Un mes después las fuerzas aliadas liberaron Roma y los supuestos pacientes que quedaban en el hospital fueron dados de alta.

Así el Yad Vashem, el centro de conmemoración del holocausto de Israel, le otorgó en 2004 a Borromeo la distinción, a título post-mortem, de “justo entre las naciones”, honor reservado para aquellas personas que salvaron o ayudaron a salvar vidas judías durante la II Guerra Mundial.

“Se tiene un estimado de que La Iglesia salvó a 4.480 judíos que sepamos en este hospital, en iglesias, monasterios y conventos”, dijo Sánchez Adalid, administraba el hospital. Los hechos ocurridos en el hospital romano han sido corroborados por historiadores y distintas autoridades.