Muy temprano, mientras muchos aún dorminmos o apenas abren sus celularea para saber qué pasó en el mundo, alguien que ya está haciendo historia sin buscar aplausos, ni likes. En los canales mágicos de Xochimilco, donde la Ciudad de México aún guarda un pedazo de su alma ancestral, navega en solitario un kayak con una misión inesperada: rescatar del olvido —y de la basura— un patrimonio vivo.

El protagonista de esta historia No es un influencer, ni un político, ni un activista con micrófono. Es Omar Menchaca, un ingeniero de minas jubilado que cambió los metales por el agua, las oficinas por las chinampas, y que ahora rema cada mañana con un propósito claro: limpiar.

Pero esto no es solo recoger botellas flotantes o bolsas atrapadas entre lirios. Es remar contra corriente, literalmente. Porque mientras las trajineras bailan entre cumbias, risas y tacos, muchas veces dejan tras de sí un rastro de descuido. Y ahí está Omar, sin reflectores, devolviendo dignidad a un ecosistema que todavía respira entre trajineras y selfies.

Tiene 66 años, y su kayak parece una extensión de su cuerpo. Su ritmo es constante, como quien ya entendió que cambiar el mundo no es un sprint, sino una carrera de fondo. Es atleta, guía, contador de historias prehispánicas y maestro accidental de niños que, al verlo, también quieren limpiar.

Lo que hace es simple, pero inmenso. Recolecta residuos mientras otros los ignoran. Navega por senderos de agua que él quiere conservar puros. Y lo hace todos los días, sin pedir nada a cambio. Su kayak, muchas veces, regresa tan lleno de basura que parece que transporta los pecados ajenos.

¿Quién limpia después de la fiesta? ¿Quién cuida lo que no todos ven? Omar no predica con discursos, sino con hechos.

Xochimilco no solo es un lugar bonito para pasear. Es un espejo de lo que fuimos y de lo que podríamos perder si no empezamos a remar todos juntos y hacer con amor este trabajo tan simple de amor como cuidarlo y protegerlo.

Russell O’Grady, un nombre que se ha convertido en sinónimo de perseverancia y dedicación, se retira tras 32 años de trabajo en McDonald’s, donde no solo sirvió comida, sino también sonrisas y esperanza. Su historia comenzó en 1986, cuando, a los 18 años, entró por primera vez a la sucursal de Northmead McDonald’s en Sydney con un uniforme nuevo y un sueño por cumplir.

En una época en que a las personas con Síndrome de Down rara vez se les daba la oportunidad de trabajar, O’Grady desafió las expectativas y cambió la percepción social. Con el apoyo de Jobsupport, una iniciativa del gobierno australiano que ayuda a personas con discapacidad intelectual a encontrar empleo remunerado, Russell comenzó su carrera en McDonald’s. Su trabajo abarcó desde empacar cajas hasta limpiar, servir y cocinar, convirtiéndose rápidamente en una figura querida y respetada tanto por sus compañeros como por los clientes.

Russell se convirtió en un ícono local y un símbolo de inclusión. Personas de todas partes visitaban la tienda de Northmead solo para conocerlo. Su carácter afable y su actitud positiva hicieron de cada visita una experiencia especial para los clientes. Su hermano, Lindsey, compartió con The Daily Telegraph lo orgulloso que está de los logros de Russell. “Está un poco cansado al respecto, pero ama mucho su trabajo. A veces es bastante descarado. Es mi hermano mayor y me mantiene en línea”, comentó Lindsey.

Su padre, Geoff O’Grady, destacó cómo la carrera de Russell cambió la vida de toda la familia. “Alguien le preguntó una vez si era discapacitado y él respondió: ‘Solía ser cuando fui a la escuela, pero ahora trabajo en McDonald’s’”, recordó Geoff. Estas palabras reflejan la autoconfianza y el orgullo que Russell desarrolló a lo largo de los años, desafiando estereotipos y demostrando que las personas con discapacidades pueden tener vidas significativas y productivas.

En diciembre de 2018, después de más de tres décadas de trabajo, Russell decidió retirarse. Su gerente, Courtney Purcell, expresó el sentir de todo el equipo y los clientes habituales: “Tenemos clientes que vienen a ver a Russell los jueves y viernes, y el personal lo cuida, por lo que lo vamos a extrañar”. Esta despedida no solo marca el final de una era para el restaurante, sino también un momento emotivo para todos los que tuvieron la suerte de conocer a Russell.

Ahora, a los 52 años, Russell tiene planes emocionantes para su jubilación. Con más tiempo libre, planea dedicarse a una de sus pasiones: el boliche. Este nuevo capítulo en su vida le permitirá disfrutar de sus hobbies y pasar más tiempo con su familia y amigos, quienes han sido su mayor apoyo a lo largo de su carrera.

La historia de Russell O’Grady es un testimonio de la capacidad humana para superar barreras y desafiar expectativas. Su dedicación y trabajo duro no solo lo hicieron exitoso en su empleo, sino que también inspiraron a muchas personas con discapacidades y a sus familias, demostrando que todos merecen una oportunidad para mostrar su potencial.

En una sociedad donde la inclusión laboral de personas con discapacidades aún enfrenta desafíos, el legado de Russell O’Grady perdura como un faro de esperanza y un recordatorio de que con apoyo y determinación, todos podemos alcanzar nuestros sueños. Su jubilación es un merecido descanso después de 32 años de servicio ejemplar, dejando una huella imborrable en la comunidad de Northmead y más allá.