En las remotas tierras de Hokkaido, Japón, reside un tesoro natural único: la ardilla voladora siberiana, conocida localmente como Ezo momonga. Esta encantadora especie, antigua habitante de la región, se ha ganado el corazón de los japoneses y del fotógrafo Keishiro Shin, quien ha dedicado su lente a capturar la gracia y la belleza de estas criaturas en sus hábitats invernales.

Hokkaido, la isla más septentrional de Japón, alberga a esta ardilla cuya presencia se remonta a millones de años, cuando las tierras japonesas aún estaban unidas a Siberia. Aislada en Hokkaido a medida que los continentes se separaban, esta especie ha evolucionado y adaptado sus costumbres, convirtiéndola en una parte integral del ecosistema de la región.

Aunque principalmente nocturnas, las hembras y sus crías, de vez en cuando, emergen durante el día en busca de sustento. Su peculiaridad reside en el uso de los agujeros dejados por los pájaros carpinteros como refugio, y su agilidad para desplazarse de árbol en árbol en búsqueda de nueces, bayas y semillas. Estas pequeñas criaturas, del tamaño de la ardilla voladora enana japonesa, han conquistado los corazones de la población local.

Keishiro Shin, un fotógrafo de 53 años, se ha convertido en un testigo privilegiado de la vida de estas ardillas. Aunque Shin fotografiaba una variedad de animales, las ardillas voladoras enanas japonesas se volvieron sus favoritas. “Son adorables, pero no sólo adorables, son animales salvajes y duros”, comenta con admiración.

Residente de la zona de Shiretoko en Hokkaido desde 2010, Shin ha integrado su amor por la fotografía con su fascinación por la naturaleza que lo rodea. Su enfoque va más allá de la simple captura visual; busca conocer de cerca a estos animales, comprendiendo sus comportamientos y hábitats.

En el invierno, cuando las ardillas voladoras enanas japonesas se aventuran durante el día, Shin aprovecha la oportunidad para observar sus hábitos. Equipado con raquetas de nieve, explora el bosque cercano a su hogar en busca de nuevos nidos. La búsqueda implica rastrear huellas y excrementos para ubicar sus guaridas y luego esperar pacientemente o usar cámaras de seguimiento para confirmar su presencia.

“Buscar nidos lleva mucho tiempo, pero la recompensa de ver salir a las criaturitas del nido que él mismo descubrió hace que merezca la pena con creces”, explica Shin. Su dedicación y paciencia son evidentes, ya que logra no solo capturar imágenes, sino también presenciar la vida de estas ardillas en su entorno natural.

Estas imágenes revelan no sólo la singular belleza de las ardillas voladoras enanas japonesas sino también la resistencia que demuestran en las duras condiciones invernales. A diferencia de algunas especies que hibernan, estas ardillas se refugian en agujeros naturales o en aquellos dejados por pájaros carpinteros, enfrentando el frío en grupo para mantenerse calientes.

Shin, al compartir sus fotografías, no solo busca resaltar la adorable apariencia de estas ardillas, sino también transmitir un profundo respeto por la naturaleza y su capacidad para sobrevivir en entornos desafiantes. Su trabajo destaca la independencia y fascinación de los animales salvajes, quienes, según él, “cazan o son cazados” y viven en una constante lucha por la supervivencia.

Para Shin, las ardillas voladoras siberianas son más que un sujeto fotográfico; son símbolos de la vida salvaje independiente y fascinante que lo rodea en Hokkaido. Sus imágenes capturan la esencia de un ecosistema vibrante y diverso, recordándonos la importancia de preservar y apreciar la vida silvestre que comparte nuestro planeta.